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Cristo Nuestro Señor Supera Infinitamente todo y a todos

La Santa Misa Tradicional no ha de ser cambiada, ha de ser siempre celebrada en la Santa Madre Iglesia; lo cual no impide que el alma mire a Cristo celebrando Su Santa Misa, antes por el contrario, la Santa Misa Tradicional nos ayuda a elevar nuestro espíritu, de manera muy especial, a ese modo con que Cristo celebra Su Propio Sacrificio, Su Propio Sacrificio de Amor Infinito a Su Eterno Padre y de Amor Infinito, por el Padre y por el Espíritu Santo, a la humanidad, para rescatarnos de las tinieblas y llevarnos a Su Luz maravillosa.

De este modo, contemplando cómo Cristo celebra Su Santa Misa, que incluye todo lo que Él hace y dice, desde el primer instante de Su Encarnación, durante toda Su Vida en la Tierra y culminada en Su Cruz, en Su Sepultura y en Su Resurrección Gloriosa y Ascensión Gloriosa a la derecha del Padre y que contiene, además, toda Su Eternidad en el Cielo, desde siempre y para siempre, la Santa Misa Tradicional nos ayuda a elevarnos al modo, a la manera con que Cristo celebra Su Santa Misa, Su Santo Sacrificio, que hace presente en cada una de Sus Santas Misas, a través del ministerio sacerdotal de sus propios ministros fieles; así que, cuando el Papa san Pio V deja establecida para siempre la Santa Misa Tridentina, la Tradicional, es, no para que nos quedemos en ella eternamente, sino para que, a través de ella, lleguemos al Cielo, ya desde ahora, de alguna manera, por la Fe Divina y Católica, con mayor facilidad.

Pero, si en las nuevas Misas podemos llegar, por no perder nada de lo católico, nada de la Divina Revelación, al Sacrificio de Jesucristo, a Su Modo de celebrarlo y vivirlo, que siempre supera infinitamente a todo y a todos, no podemos tampoco desechar lo que no hemos desechado: La Misa Tradicional, sino añadido el modo también inspirado en la Misa Tradicional, en todo, para poder arribar a la Manera, que supera a todo y a todos, de celebrar, de Nuestro Propio Señor Jesucristo Su Santo y Eterno Sacrificio en Su Eterno y Santísimo Modo infinitamente Superior, Divino, Celestial y dignísimo de toda adoración.

El Señor incluye en Su Único y Eterno Sacrificio toda Su Vida —como hemos insinuado al principio—, todas Sus Obras, todas Sus Palabras, toda Su Vivencia Eterna, como Dios que Es, y toda Su Vivencia Eterna, como Dios, en Su Sacratísima Humanidad.

Por eso, tampoco la Santa Misa Tridentina es la expresión total absoluta y definitiva, de la manera con que Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, Suma y Eterna Víctima, Sumo y Eterno Altar, vive y celebra celestial y eternamente Su Santa Misa.

Por ello, si, desde la óptica de la Santa Misa Tridentina, contemplamos las Celebraciones vernáculas, con tal de que no se pierda nada del contenido católico, no desobedecemos al documento «Quo Primo Tempore» de San Pío V, si lo interpretamos en un sentido de profundización en el mismo, hasta que lleguemos a contemplar cara a cara, y ahora por la fe, cómo Cristo celebra Su Santa Misa, la Celebración Suya Propia, que, aunque lo celebra a través de Sus ministros, en la Santa Misa Tradicional o Tridentina, también Él, pero, en Su Propia Celebración es infinitamente superior a la de nuestras formulaciones católicas, sin contradecir a ninguna de las formulaciones y rúbricas católicas, sino que las supera y las hace vivir al sacerdote ahora, aquí en la tierra, progresivamente, cada vez más, con tal de que se viva el sentido católico de la Santa Misa Tradicional, y procurando, en las Misas modernas, por así decir, o en las del «Novus Ordo», que no se pierda nada del contenido católico.

Las Misas nuevas pueden dar pie a que no improvise el sacerdote lo que quisiere, sino a que el sacerdote se sumerja, aún más, en el modo de celebrar de Cristo, que supera todo y a todos.