Matres Ecclesiales: Madres Eclesiales
1. La Iglesia es Concebida por la Santísima Virgen María junto con el Verbo en Su Inmaculado Corazón.
2. La Iglesia es Concebida por la Santísima Virgen María junto con el Verbo en el momento de la Encarnación en Su Purísimo, Inmaculado Seno Pletórico de Gracia.
3. Primero concibe en Toda Su Alma y en Todo Su Espíritu y en Toda Su Mente y en Todas Sus Fuerzas a la Iglesia junto con el Verbo; y, luego, en Su Santísimo, Virginal y Divinísimo Seno.
4. En María, Todo Es Divinísimo.
5. La Misión de toda mujer es participar, de interminables modos, de la inagotabilidad de la Santísima y Siempre Virgen MARÍA.
6. Cada Alma Maternal está destinada a participar de la Mujer, María, la Inmaculada Concepción, la Llena de Gracia, una Misión Sacratísima e Insustituible: Concebir espiritual y sobrenaturalmente a Nuestro Señor Jesucristo en sí misma, por la Gracia y Misericordia de la Santísima Trinidad.
7. Esta Divina y Maternal Misión es esencialmente distinta de la Misión Paternal, pero de igual grandeza y necesidad.
8. Cuando un alma, sea maternal o paternal, no cumple con su propia, exclusiva y específica Misión en Cristo Nuestro Señor, se convierte en mala semilla y no vale para la edificación del Cuerpo Místico del Mismo Señor Nuestro Jesucristo.
9. En la Transubstanciación, María, la Mujer ofrece Su Propio Fruto Divino, Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, gracias al Cual, el Varón Justo, San José y el Sacerdote Ministro de Cristo, consagra o transubstancia, por el Poder de Jesucristo, el pan y el vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Mismo Señor Nuestro Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero.
10. Y todo, para la Mayor Honra y Gloria de la Santísima Trinidad, consagración de los consagrados y preservación del fuego eterno y de las terribles penas eternas del Infierno de las almas, a fin de que a tiempo se consagren perfectamente a la Santísima Trinidad y a la Sacratísima y Adorabilísima Humanidad del Eterno Verbo o Hijo Único del Padre, Jesucristo Nuestro Señor, viviendo constantemente con los Sagrados Corazones del Mismo Jesucristo y de Su Santísima Madre y del Purísimo San José, Su Divino, Eterno y Único Sacrificio que Se hace verdadera, real y substancialmente presente en la Santa Misa.