OBJECIÓN 1
Si se puede despreciar por tener en las manos, uno también lo puede despreciar en los segundos que está en la boca.
REFUTACIÓN:
No se trata de despreciar, ni en la mano ni en la boca, sino de adorar desde el primer momento de comulgar; y la persona no adora con las manos más, sino con la boca llena del propio «yo» que sale besando, amando con todo el ser por la boca al encuentro de Dios.
OBJECIÓN 2
Si la iglesia permite que se comulgue en la mano, sobra lo que digan los demás. Me parece fuerte que permitiéndolo la iglesia (y se hizo así en los nueve primeros siglos del cristianismo) haya gente que diga que es una herejía. Porque si tenerlo en la mano es una herejía y la iglesia lo permite: 2+2=4. La iglesia=herejía.
REFUTACIÓN:
Permitir no es querer. Permitir es soportar un mal, no quererlo.
Así permite Dios el pecado, las enfermedades, las imperfecciones, los defectos, como Moisés permitió el divorcio, no porque Dios lo quiera, sino por la dureza de corazón de los hombres.
Así sufrió Dios y Su Iglesia el mal de la Comunión en la mano que en algunos sitios se hacía también en comunidades primitivas.