Mis almas:
Yo hago que, desde el primer momento de la concepción de un ser humano, este mismo ser humano esté animado de su propia alma inmortal y con su propio espíritu personal, que es un solo ser con el alma.
Este espíritu personal, que es un solo ser con el alma, es el «yo» distinto e intransferible de cada alma; y, de este modo, desde el primer momento de la concepción, el alma anima a este determinado cuerpo.
Es un alma racional, un alma inmortal, un alma con libertad, un alma que he creado de la nada, de consuno con Mi Padre y con Nuestro Espíritu Santo, en el mismo momento de la concepción de ese nuevo ser humano.
No digáis, pues, que la concepción humana no es una concepción personal desde el primer momento.
Quiero, almas Mías, que os deis cuenta de que os hago a Mi imagen; y Yo, en Mi Concepción Humana, Soy la Persona Únicamente Divina que toma Cuerpo y Alma desde el primer momento de Mi Concepción Purísima, por Obra y Gracia Mía y de Mi Padre y de Nuestro Espíritu Santo, en el Purísimo Seno Siempre Virgen de María Santísima, Mi MADRE.
Por tanto, creed firmemente que desde el primer momento de vuestra concepción sois creados por Mi Padre, por Mí y por Nuestro Espíritu Santo, como personas humanas, a imagen Nuestra, es decir, a imagen de Mi Padre y Mía y de Nuestro Espíritu Santo.
Después, por el Sacramento del Bautismo, recibís una Semejanza o Parecido con Nos, al ser sumergidos o bautizados en Nuestro Divino Nombre, es decir, en Nuestra Esencia Divina, quitándoos el pecado original y demás pecados que tuviereis y dándoos a participar de Nuestra Vida Divina.