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Quinario 13

Quinario 13 del año de Gracia y Misericordia 2.023: Del 2 al 6 de marzo

Invocar al Eterno Salvador para eterna Salvación.

A través de María ha querido su divino Hijo hacer todo. La ha constituido en Medianera de todas las gracias del Señor nuestro Jesucristo mismo, y, de este modo, todo quiere que lo hagamos por medio de Ella, con Ella, en Ella, para consolar su Inmaculado Corazón, y así consolar el Corazón mismo de su Divino Hijo, Dios y Hombre verdadero, Jesucristo nuestro Señor.

En este Quinario 13 leemos poco a poco el Primer Libro de las Crónicas, pidiéndoLe al Señor que sea Él quien nos dé a conocer el Magisterio Infalible de su Iglesia, que nos interprete así el Primer Libro de las Crónicas, como Nuestro Señor Jesucristo Mismo quiere: Y que, en su Iglesia, nos enseñe a meditar y profundizar en este Primer Libro de las Crónicas de las Divinas Escrituras de la Santísima Trinidad.

En este quinario también contemplamos ciertos grados de oración:

«Mansiones Aclamatorias» de Oración significa que estemos aclamando a Cristo, aclamando a nuestro Señor.

Es un ejercicio espiritual aclamatorio, es un combate espiritual consistente en aclamar al Señor continuamente, y contemplando también las Mínimas Mansiones de Oración de Cristo: Cómo Cristo nuestro Señor, en todas sus divinas y humanas Potencias y Sentidos espirituales elevadísimos Suyos, nos enseña y nos pide que nos unamos a sus anímicas y humanas Potencias y a Sus Sentidos corpóreos, a sus Potencias divinas y a Sus Sentidos divinos, porque todo lo humano de Cristo es, por la Unión Hipostática, infinitamente divino, infinitamente Santo.

Es su Sacratísima Humanidad el Medio por el cual nosotros nos llenamos de su divina Vida, de la divina Esencia suya, que es la misma del Padre y del Espíritu Santo.

Aclamemos, demos vítores, pues, a la infinita inefable y divina Afectividad humana de nuestro Señor Jesucristo, y así son nuestras almas introducidas en sus Afectos, en esas Mansiones Afectivas de nuestro Señor; y, al mismo tiempo, adoremosLe, aclamando la adorabilísima Memoria humana de Cristo, pues, en cuanto Hombre, ha querido tener Memoria humana, en la cual se contiene toda su infinita Ciencia divina en eterno presente.

Contemplemos, pues, a Cristo también en su Entendimiento humano, el Entendimiento humano de su Alma adorabilísima.

Adoremos su Entendimiento humano amándoLo, aclamándoLo, en el cual se contiene toda su infinita Ciencia divina en eterno presente, y, desde el no estar todavía absortos en Él, queremos llegar a estar totalmente absortos en Él.

Vayamos hacia estar arrobados en Él, extasiados en Cristo, y así es como debemos vivir la Santa Misa: Ausentes de todo lo natural que nos rodea, teniendo nuestros ojos cerrados para lo visible y abiertos para lo invisible; y estarnos absortos, quietos, en silencio sereno, sin abrir la boca más que para comulgar con la máxima adoración y aclamación interna posible.

Cristo Eucaristía es mayor, infinitamente mayor que los ángeles. Así vemos en la carta los Hebreos, en el capítulo uno, versículo cuarto.

Él es infinitamente más Alto que los cielos, como nos enseña también en la epístola los Hebreos, capítulo siete, versículo veintiséis.

Vayamos, pues, a la Santa Misa, contemplando siempre los Divinos Misterios, en silencio, con ojos abiertos sólo a lo invisible y cerrados a todo lo visible.

El Sacerdote dice, actuando en la Persona de Cristo, Que Es Única y Exclusivamente Divina: «Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la Vida eterna».

Al escuchar estas palabras del Sacerdote, las almas, sobre todo, que estén absortas en el Señor, puede ser que no lo oigan; pero sus vidas han de ser un perfecto AMÉN a todo lo que Dios quiere.

En el Catecismo de la Iglesia Católica nos podemos fijar, para estudiar y profundizar desde el Sentido auténtico de la Fe divina y católica, en los números 480 y siguientes hasta el número 520; y sobre el Derecho Canónico, también desde el sentido de la Fe, procurando seguir el Corazón de Cristo, la Mente de Cristo a través del verdadero Magisterio infalible de Cristo Mismo en Su Santa Iglesia, desde el canon 288 hasta el canon 312.

Nos unimos especialmente, en este quinario trece, a Santo Tomás apóstol: Que seamos casas espirituales, como nos pide San Pedro, el primer Papa: Casas espirituales, y así, aprender de Santo Tomás a ser nosotros también como él, casas de la Oblación Pura del Unigénito Sacerdote.

También meditamos en este quinario, junto con el Primer Libro Primero de las Crónicas, el Evangelio de San Marcos, y pedimos que haya muchos «corderos, muchos varones consagrados al Señor», que apacienten a la Grey como Dios quiere.

En este Quinario trece también pedimos que todas nuestras almas y nuestros corazones sean espirituales casas llenas de la virtud de la Divina Templanza, y pedimos estas gracias todas de Dios para todos los países, y para dos países especialmente: para Bruney y para Bulgaria.

En este quinario, por lo tanto, tenemos una sencilla jaculatoria:

«Jesucristo, Tú eres el Santísimo Sacrificio y Sacramento Salvador de Bruney: Te pedimos por esta nación».

«Oh Señor nuestro Jesucristo, tú eres El Sacrificio y Sacramento Salvador de este otro país, Bulgaria: Venga a estos países y a todos la Flama de Amor de tu Divino Corazón y del Inmaculado Corazón de María y José».

Se formula lo que llamamos Formulación Formal número trece, en este quinario 13, acerca de los Misterios de Dios, y contemplamos el Misterio de cómo el Espíritu Santo es el Amor Mutuo y Eterno del Padre y del Hijo, desde toda la eternidad.

También contemplamos el Sermón de las bienaventuranzas, Mateo cinco, versículos del tres al doce, y pedimos al Señor que nos conceda ser espaciosos, generosos en las pausas de Oración, silenciosos, serenos, en recogidas formas de combate espiritual de oración vocal, cuando así nuestro Señor nos lo pida, sobre todo en la soledad de nuestra habitación con Dios.

Sería en este quinario la práctica de dos silencios serenos tras cada palabra de la oración vocal, y un silencio sereno tras frase, la cual pausa dure todo lo que ha durado esa frase en la que se ha ido haciendo dos silencios serenos, sobrenaturalizados por la gracia santificante, después de cada palabra.

Por último, contemplamos cómo debemos ser una Voz, una Sola Voz, que, junto con el Coro de las Santas Madres de familia que reinan con Cristo en el Cielo, demos a conocer a Cristo como verdaderos hijos que somos e hijas de la Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Cristo nuestro Señor. Amén.