Hijo Nuestro Muy Amado, Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles:
Yo deseo que en Mis Sacristías, donde Mis Sacerdotes se preparan y se revisten para las Celebraciones de Nuestros Divinos Oficios, se guarde total y sagrado silencio y sólo se hable, sin que se oiga en Nuestro Templo, lo absolutamente indispensable, lo estrictamente necesario para el santo desempeño de las distintas funciones, con toda Santa Moderación y Divino Respeto.
Que el despacho esté aparte, para la Santa Atención Necesaria de los Fieles, evitando cualquier subida de tono o desorden, por mínimo que parezca, en atención a la enorme y santa Sacralidad que exigen Nuestros Sagrados Templos, Consagrados a Nuestra Divina y Trinitaria Unidad Indivisible, pues Somos Mi Padre y Yo y Nuestro Mutuo Amor, Que Es Nuestro Espíritu Santo, El Único Dios, Un Solo Dios Vivo y Verdadero.