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Quincuagésimos terceros Diálogos de Jesús con San Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles

Hijo Nuestro Muy Amado, Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles:

Protege a Mi Iglesia.

Háblales, Pedro.

Tú no te guías de los hombres, sino de Mí.

Ten compasión de Mis almas.

Hay muchas que se han creído que todos, todos se van a encontrar un día en el Cielo. No es así, sino que muchas almas querrán su estado de pecado para siempre sin querer venir a Mí. Por eso no querrán arrepentirse jamás del pecado.

Habla al corazón de Mi Pueblo.

Ordena a todos Tus Hermanos e Hijos los Obispos que prediquen Mi Evangelio Completo, Tal Cual Es, sin errores, y que asimismo lo hagan los Presbíteros y Diáconos.

Que todos los Pastores de Mi Única Iglesia Verdadera, la Católica, Fiel a Mí, prediquen Mi Evangelio Entero.

Que prediquen la inminencia de la muerte, cuando menos se la esperen; la realidad del Juicio que cada alma en particular, tras la muerte, habrá de tener, así como la posibilidad de condenarse para siempre en el infierno.

Prediquen la necesidad de la Verdadera Fé en Mí y en Mi Padre y en Nuestro Espíritu Santo, Que Somos El Único Dios Vivo y Verdadero, y el cumplimiento fiel de Nuestros Divinos Mandamientos.

Que se esfuercen en darMe todo honor, toda gloria, teniendo total seguridad de que Yo no contagio a nadie en Mi Comunión Eucarística.

Pero que no Me traten naturalmente en sus manos, como a una criatura, sino que se confiesen bien de sus pecados en Mi Sacramento de la Penitencia, reciban así Mi Perdón, y, limpios de corazón, cuerpo y alma, llenos de Mi Amor, Me reciban en sus puertas, en sus bocas santificadas, pues no soy una persona humana sino Persona Únicamente Divina, la Segunda de Nuestra Propia Santísima Trinidad, Igual a Mi Padre y Nuestro Espíritu Santo.