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Septuagésimos cuartos Diálogos de Jesús con San Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles

Hijo Nuestro Muy Amado, Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles:

«TÚ ERES PEDRO, Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ YO MI IGLESIA, Y LAS PUERTAS DEL INFIERNO NO PODRÁN CONTRA ELLA. A TI TE DOY LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS. LO QUE ATES EN LA TIERRA, QUEDARÁ ATADO EN EL CIELO; Y LO QUE DESATES EN LA TIERRA, QUEDARÁ DESATADO EN EL CIELO» (Mateo 16, 19)

PRUEBA DE DISCERNIMIENTO PARA MIS SACERDOTES

PEDRO: DÍ A LOS CORDEROS TODOS DE MI CELESTIAL REBAÑO QUE PEREGRINA AÚN POR LA TIERRA, DE PARTE MÍA, EN NOMBRE MÍO Y DE MI PADRE Y DE NUESTRO ESPÍRITU SANTO:

INSTRUCCIONES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, EL BUEN PASTOR, EN ESPECIAL A SUS MINISTROS:

Mis Sacerdotes:

Para saber si alguna locución humana puede ser tomada por Mí, para ser proferida por Mí Mismo, debéis tenerMe a Mí, y por tanto, a Mi Padre y a Nuestro Espíritu Santo, en íntima Unión Sobrenatural con vosotros.

Someted a esta prueba cada Documento Eclesial, íntima y sobrenaturalmente unidos a Mí, y así veréis lo que es Mío y, por ello, de Mi Iglesia; y, de este modo, dejar lo que Yo jamás podría decir ni Mi Iglesia, que es Una Conmigo.

Necesitáis hacer esta prueba.

En los documentos eclesiales debo hablar Yo, por pura Gracia y Misericordia Mía y de Mi Padre y de Nuestro Espíritu Santo. De lo contrario, ya no son documentos eclesiales, pues no son propios del Sentir Mío ni de Mi Iglesia.

Os invito ahora a que pongáis en Mi Presencia los Documentos del Vaticano Segundo. Habrá momentos en los cuales, si estáis de veras UNIDOS sobrenaturalmente a Mí, observaréis que os encontráis con frases del mismo Concilio que Yo no puedo proferir. Así podréis corregirlas según Mi Sentir, si sois, como debéis ser, varones espirituales Míos.

Las frases que Yo no apruebo, si las proferís vosotros y no las corregís según Mi Divino Corazón, son causantes de miles de catástrofes espirituales.

Os aconsejo que nunca pongáis a Mi Iglesia como protagonista ante el mundo, sino a Mí. No le hagáis decir a Mi Iglesia lo que Yo no digo.

Mi Iglesia ha de hablar de Mí, no de sí misma. Ella sin Mí no es nada. Yo Soy El Todo de Mi Verdadera Iglesia. Soy Yo Quien hablo de Mi Iglesia, y Mi Iglesia sólo debe hablar de Mí, Tal y como Yo le enseño.

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