Hijo Nuestro Muy Amado, Pedro Apóstol, Padre de los Apóstoles:
«PEDRO, MATA Y COME» (Hechos 10, 13-15).
Yo Te pedí, cuando aún estabas en la Tierra como Peregrino, que mataras a todos los animales impuros y comieras.
Tú Me dijiste: «Ni hablar, Señor, nunca ha entrado nada impuro en mi boca». Y Yo Te dije: «Lo que Yo he purificado, no lo llames Tú impuro.»
Sí, hijo, lo entendiste, y estando como estás aquí en el Cielo Conmigo, inmensamente mejor lo entiendes.
Lo que Yo Te pedí a Ti, como Vicario Mío, es que renovaras lo que Yo hice.
Con Mi Sacrificio, Yo he matado misteriosa y divinamente a todos Mis animales, y misteriosamente y omnipotente y divinamente los he comido.
Y Tú, por Medio de la Celebración y Renovación Incruenta de Mi Mismo Sacrificio Redentor, Purificador, y todos Mis Sacerdotes Contigo, hacéis posible que a los animales todos, puesto que no pueden oponerse, les llegue el Efecto Purificador de Mi Sacrificio, que abarca a toda Nuestra Creación, es decir, a todos los seres que no pongan obstáculo a esta Acción Sacrificial de Mi Padre y Mía y de Nuestro Espíritu Santo.