Sólo en Cristo nos salvamos. No nos salvamos eternamente por ser criaturas buenas, sino por ser verdaderos creyentes en Cristo.
Si ser criaturas de Dios es un gran anuncio, para que los seres humanos nos tratemos como criaturas, como obras de Dios que somos, infinitamente mayor es el anuncio de la Salvación Eterna, que Sólo es en Cristo.
Sin creer verdaderamente en Nuestro Señor Jesucristo, nadie puede salvarse.
La fraternidad natural, por ser todos criaturas de Dios, no nos salva.
Sólo si atendemos a Cristo en nuestro interior, pues Él llama a nuestras puertas e ilumina a todo ser humano internamente para que acepte Su Divina Revelación, Su Divina Predicación y pueda así salvarse, y entrar, no a la fraternidad corrompida por el pecado, que acaba en el infierno, sino a la Divina Fraternidad Celestial de los verdaderos y adoptivos hijos de DIOS, TRINIDAD BEATÍSIMA, contemplándoLe y AmándoLe y AlabándoLe eternamente en el Cielo.