1. «Mis muy amados Obispos: No estáis solos. Formáis unidad con Nuestros Doce Apóstoles y San Pablo Apóstol, que os acompañan. Sois Sus Sucesores.
El Sucesor de Nuestro San Pedro Apóstol, ha de ser UNA SOLA ROMANA PIEDRA CON ÉL, sobre la Cual Mi Padre y Yo y Nuestro Espíritu Santo edificamos Nuestra Única e Inmutable y Divina y Católica Iglesia.
2. Ellos forman unidad con vosotros, pues tienen, para toda la eternidad, vuestro mismo Episcopado.
3. Tenéis el mismo Don Episcopal de Ellos y formáis Colegio Episcopal con Ellos.
4. Ellos interceden por vosotros, para que vuestras reuniones con otros Obispos sea la Misma Reunión de Ellos.
5. La humanidad adolece siempre de las mismas enfermedades espirituales, y las Divinas Medicinas para curarla son las Mismas y Siempre Inagotables Nuestras, las cuales proceden de Nos, Trinidad Beatísima, y jamás de la criatura.
6. Por eso, habéis siempre de pensar, hablar y actuar como Obispos que sois para toda la eternidad: En la Plenitud, subordinada al Papado, del Orden Sacerdotal, sintiéndoos siempre y para siempre UNA UNIDAD SOBRENATURAL E IRROMPIBLE con Nuestros Santos Doce Apóstoles y Nuestro Apóstol San Pablo, con todos Sus Fieles Sucesores del Cielo Purgatorio y Tierra.
7. Es por ello muy importante, por estas razones y siempre más profundos e inagotables motivos divinos, que volváis a usar el TRADICIONAL, HUMILDE Y SOBRENATURAL «NOS», en vez de usar el pronombre personal «yo», que carece de estas divinas connotaciones, para la Mayor Honra y Gloria Mía y de Mi Padre y de Nuestro Mutuo Amor, Que Es Nuestro Espíritu Santo.
8. De este modo, cada vez que pronunciáis el «NOS», os acordaréis de esta Purísima y Celestial y Verdadera y Divina Colegialidad Apostólica, verdadera y divinamente sometida al Santo Papado; y, sobre todo, os referiréis a NOS, Que Somos El Único Dios Vivo y Verdadero, Trinidad Santísima, que hemos querido estableceros como Voceros Nuestros, Representantes Nuestros, por medio de los Cuales hemos querido enseñar, gobernar hacia Nos y santificar a todas las gentes, en Mi Nombre, Que Es El Mismo y Único Nombre Sublime de Mi Padre y de Nuestro Espíritu Santo».