1. «Mis amados Obispos:
Sabed que se están cometiendo muchos abusos litúrgicos.
2. Por ejemplo, un caso os pongo de esos abusos ocurridos lamentablemente en Nuestro Templo.
3. Estando una hija Nuestra, consagrada a Nos, devota y recogida en cierta Parroquia, al comenzar la Santa Misa, un Domingo, a las 13 horas, poco tiempo después, el Sacerdote Celebrante Me interrumpe a Mí, Que Soy El Que Soy siempre el Celebrante Principal, Divino y Eterno de Mi Santa Misa, de Mi Propio y Santísimo Sacrificio y Sacramento Salvador, diciendo en voz alta, antes del Credo: «Ahí hay una sola persona que no tiene puesta la mascarilla». Los asistentes vuelven las cabezas y miradas hacia Nuestra hija consagrada a Nos, que, obediente a Nos, se quitó por unos momentos la mascarilla, guardando las distancias y sin estar enferma.
4. Se bajó el Sacerdote a donde estaba ella, ordenándole, con imperio, que se pusiera inmediatamente la mascarilla, cosa que Yo y Mi Padre y Nuestro Espíritu Santo reprobamos, pues Nuestra Casa es Casa de Oración, Casa de Salvación, Casa de Verdadera Salud para las almas y para los cuerpos.
5. Y, como quiera que ella, obediente a Nos y recogida en Nos y perpleja por lo estrambótico y sacrílego del acoso, no pudiera ponérsela inmediatamente, el Sacerdote, volviéndose ya hacia el Altar, tras haber cometido esta grave acción sacrílega contra Nos y contra todo lo Nuestro, para proseguir la celebración Mía y de Mi Padre y de Nuestro Espíritu Santo que el mismo Sacerdote sacrílegamente interrumpió, llegado el momento de Nuestra Santa Comunión Eucarística, Nos niega a Nos Nuestro Derecho de entrar en la boca y no en las manos de Nuestra Fiel Hija Consagrada, la cual se arrodilló y abrió su corazón para recibirNos dignamente en su boca.
6. Y, así, aún tuvo que oír de nuevo la voz de dicho Sacerdote, que exclamaba con voz alta: «Puesto que no me has obedecido, no eres digna de recibir la Comunión», negándoseLa rotundamente.
7. Obispos Míos, no permitáis esto jamás, amonestad, reprended a los sacerdotes que infligen Nuestras Leyes y son lobos para Nuestra Grey. No seáis cómplices de ellos. Que las almas acosadas por ellos no tengan que dejar de acudir a Nuestros Templos por tales causas. Será bueno que, por el bien de Mis almas, sean trasladados, para que esas almas no tengan que encontrarse de nuevo con ellos.
8. Y si ellos no se arrepienten debidamente, si no se enmiendan, deben ser avisados de que, si persisten en tal obstinación, pueden llegar a ser suspendidos y en los más graves casos, hasta excomulgados, a fin de que puedan recapacitar, convertirse y volver a Nos, Que no queremos la muerte del pecador, sino que se convierta y viva».